viernes, 7 de junio de 2019

PENITENCIA




Siempre ando con prisas, pocas ocasiones tengo para rezar a mis santos. Pero pasar por la iglesia y no entrar, para mí, es pecado. Un Ave María a la Virgen no cuesta nada de recitar.
Aquel día abrí la puerta, y el recinto estaba casi a oscuras, solo unas pocas velas lo iluminaban. No me hizo ninguna gracia, pero tiré para dentro. Me dirigía hacia el altar, y de pronto noté como caía en un agujero excavado en el suelo. Mi miedo, irracional, por las imágenes sagradas no me dejó fijarme en el mal paso que daba. ¡Castigo de Dios! 


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