Hoy es diez de agosto, y calor arrecia. Lo que contribuye a dejar
mis pensamientos claros. Me dispongo a rezar mis oraciones, para así
agradecerle a Dios, mi señor, que cumplo un año más en mi vida. Estoy muy
orgulloso de ser setabense, Xátiva, no es una ciudad cualquiera, lleva impresas
en sus calles tantas huellas como culturas han pasado por ella. Este es uno de
mis lugares predilectos para la reflexión, cuando puedo escaparme de la capital
española. La orden de los Dominicos siempre sobresalió por su tenacidad en el
estudio y la difusión del saber, creedme pues, no hay nada mejor que meditar y
valorar lo aprendido.
Más veces de las que recuerdo habré acudido a estos
muros conventuales, para madurar mis decisiones, el mundo a veces, no es lo que
parece. Yo tuve una fina venda en mis ojos, durante muchos años, solo vivía
para Dios y, este me recordó que mi labor era proteger a los hombres de ellos
mismos, de los seres que se creen superiores a los demás y los sumen en la
necesidad y la ignorancia, para que así no puedan protestar. Mi incursión en el
mundo de la política fue mucho más atropellada de lo que hubiera deseado, un
hombre piadoso como yo, necesita de la inspiración divina en cada faceta de su
vida y, este arte de la disertación y el debate, en ocasiones me resulta
excesivo. De todos modos doy gracias, por todo cuanto pudimos conseguir, con
cada una de aquellas palabras, párrafos y artículos, tan necesarias para una
nueva visión del futuro de nuestro país. Cádiz siempre quedará en mi
memoria, como la ciudad que acogió mi primer cónclave político, el más
importante de mi vida, porque con el pretendíamos cambiar a mejor la vida de
muchos otros. Estoy seguro de san José como padre de Jesús nos guió para
que proclamáramos nuestra primera construcción en el día de su onomástica. La
Pepa y Cádiz, quedaron pues unidos y realzados en nuestra historia.
Esta vez, por desgracia, vengo a despedirme de mi ciudad, la
que me vio nacer y que supó darme las lecciones y el apoyo para ver más
allá. Nuestra misión fracasó y ahora debo pagar con el exilió, nunca pensé que
tendría que verme en eta situación, yo un hombre de Dios, con méritos y el testimonio
a favor de mis obras, muchos más que aquellos llamados nobles y fieles
súbditos. Mi pecado es ser mal visto, poco estimado por un rey de España, sí un
rey, no mi rey, en absoluto.
Mi firma seguirá fuertemente estampada en nuestra Pepa,
luciendo mi nombre Joaquín Lorenzo Villanueva, con el orgullo de ser un buen
español. Aunque ahora deba derrotarme y huir hasta las empapadas riberas de la
lejana Londres, que me espera, a pesar de que mi corazón queda aquí. Solo me
queda el consuelo de mis letras, las que ahogan mis penas junto a la oración.
LIRABELGEMA
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