miércoles, 25 de julio de 2018

PRINCESA DEL MAR.





Llevo tiempo dejándome lamer
por las olas del mar.


Me creía isla inconquistable y
entonces llegaste
con la marea alta,
arrasando
propósitos de soledad.


Temí aceptar
este calor que siento
como nuestro,
gotas resbaladizas
de agosto sofocante.


La pasión
nunca fue mi fuerte.
Resulta ser  un asedio,
con demasiados asaltos y
pocas victorias.


Quizás por miedo
a lo intemporal.
Resistí los anuncios
del sempiterno destino.


Ahora  me creo una princesa
Qué se atreve
a hacerte saber
la suerte que tienes
de poder acariciar
mi piel dorada.
Sabedor
de los desvergonzados rizos
que caen
por mi espalda,
con cada uno
de mis deseos ocultos,
ondeando
sobre ellos.
Dibujando
la antesala a mi cintura,
que espera
tus hábiles  manos,
de guerrero experto,
en lances de sol y placeres.
Para comenzar
ese combate divino
de orgasmos
en la arena caliente,
que los inevitables
cánones establecidos mandan.


No pido amor
sino deseo.
Voy a dejarme
caer por tu pendiente.
Mientras el abrupto
jadear del silencio,
queda vacío,
por  los aullidos,
que exhalan esos,
estos cuerpos,
que aspiran
a parecer una onda
de espuma burbujeante,
sobresaliente,
en el agua salada,
por el atrevimiento,
revuelta, rebelde.