martes, 21 de diciembre de 2021

LA IAIA I EL MOLÍ




 Sense moliner no hi ha vila», deia la iaia Teresa...S'equivocava. Però al molí, ella, era l'ama de la raó, de la llar i la butxaca. Els privilegis dels reis pertanyien a la història, i els antics arrendataris forasters formaven part del rebuig del torn. La nostra família havia tirat arrels a aquest lloc únic, envoltat pels camins de la serra, amb les seues penyetes arredonides pel temps; a un poble beneït per Sant Vicent Ferrer, què al terme hi té ermita i calvari.

Aquella dona, quasi sempre amb les mans enfarinades, sovint feia coquetes d'aladroc per dinar, com si no res, encara que per nosaltres eren un delit. Baix l'ombra de la figuera menjàvem, acompanyant-les de vi més que rebaixat, i aleshores, a la tarda en el berenar, bevíem llet amb corfetes de llima, què havia estat refredant-se a la basseta, amb molletes de pa acabat de fornejar. El so de la ràdio s'ajuntava a l'omnipresent remor de l'aigua que provenia de la Font Jordana, i fins i tot amb la panxa plena donaven ganes de ballar. El meu germà i jo rodàvem i saltàvem divertits, juganers, com si fórem les moles de l'almàssera; d'una volandera i l'altra sotana. Els menuts no enteníem de feina, encara que sí de blat, arròs i panís , ella ens ensenyava a distinguir­­-los, no fos que algun dia volguérem continuar la seua tasca. I en això no s'equivocava.


                                   Gema Blasco

 

DESASOSIEGO


 

Llaman al timbre, me estremezco, no sé si abrir, puede que sea el repartidor con la cena, o no. Dirijo mis pasos hacia la ventana, miro por ella, parece no haber nadie, sin embargo estoy seguro de que han tocado al menos tres veces. De pronto se oye la alarma de un coche, mi corazón se acelera. Corro al sótano, me encierro en este, aspiro el pútrido olor a humedad. Tengo náuseas, pero el vomito no llega, no he comido nada desde esta mañana. Apenas tengo fuerzas, los tres días de convalecencia en el hospital no han sido suficientes para recuperarme. Vuelve a sonar el timbre, cada vez con más persistencia. Alguien aporrea la puerta mientras repite mi nombre en alto. Está demasiado lejos para identificar su voz, a pesar de ello creo distinguir que es un hombre. Me quedo más tranquilo. Es imposible que Berta sea tan retorcida como para haber escapado, aunque tampoco la creía capaz de apuñalarme. Decido salir, habrá que hacerse el valiente.

—Tranquilo, soy yo.

—Eso dijo ella.


                                                                      Gema Blasco

TÚ, BLANCA DE LAS NIEVES


 

Desconfiaste de la manzana al morderla, su extraño aroma te turbo. Ahora caes en la cuenta de que olía a almendras, como algunos venenos. Tu cuerpo yace en el suelo, medio muerto, aunque consciente. Oyes el insistente sonido del móvil, ya no te parece tan original el canto de los pajarillos que elegiste como tono. Piensas en tus siete chicos, podría estar llamándote cualquiera de ellos, te gusta cambiar de físico y carácter en cuanto a hombres, cada cual tiene sus atributos y todos te resultan interesantes. Impotente rememoras como ella solía llamarte pendón por ello, mientras tú alegabas que en estos tiempos ser promiscua es un plus. Aseguras que cuanta más experiencia tienes más se te valora, de ahí tu éxito con el sexo contrario, incluso con el propio, aún saboreas los besos de Aurora. Vuestra relación surgió durante los meses de Erasmus en Francia, y todo gracias a la gestiones de Grimhilde para sacarte de su vida. Ella reniega de ti, te odia, la haces embeber pura envidia que como una pócima maligna la va envejeciendo cada día más, por eso presa de su perversa naturaleza ha tomado la determinación de acabar contigo; tú la estabas matando.

 

                                      Gema Blasco