viernes, 17 de mayo de 2019

DE MARTÍ Y RUBIO



LA ACADEMIA RUBIO ESTUVO EN LA CALLE TAQUÍGRAFO MARTÍ.

Somos una generación que conoce sobradamente la oración: Mi mamá me mima. Impresa en nuestra memoria por los cuadernillos Rubio. Pero también hay que mimar el recuerdo de la persona que los creo, y sus referentes.
Ramón Rubio ideó una serie de fichas con ejercicios, creadas para agilizar el aprendizaje de sus alumnos. Empleado de banca por las mañanas y profesor vocacional por las tardes, abrió en los años cincuenta del siglo pasado una academia de enseñanza media, en la Calle de Martí de la ciudad de Valencia. Hecho que no tuvo por qué influir en su éxito, pero que vamos a realzar en estas líneas, puesto que puede que encontrará en Francisco José Buenaventura de Paula Martí y Mora, más conocido como el taquígrafo Martí, un modelo al que imitar y por supuesto admirar.
Ambos fueron hombres que no se conformaron con los recursos de su tiempo, y lo intentaron mejorar en el ámbito académico y cultural con sus trabajos.
Por ejemplo uno de los muchos logros de Martí fue el primer dietario o agenda impresa en España, a la que titulo «Compendio del año 1807 y  libro de memorias», y al que le siguieron sucesivas ediciones, renovadas, hasta aproximadamente el año 1825.  En sus páginas se informaba, entre otras cosas, de los días festivos o de indulgencia plenaria, del número de habitantes de las diferentes provincias españolas y las distancias entre las principales ciudades de la península. Logro que debemos comparar con los cuadernos  de Rubio, en los que en un principio se enseñaba matemáticas, contabilidad y caligrafía, esta última ejercitada con el método de punteado; que pronto adoptaron la mayoría de las escuelas. 
Por otra parte Martí, fue el inventor de la taquigrafía española, a priori, y con posterioridad de la catalana, portuguesa, italiana y póstumamente de la de la música. Esta disciplina, conocida también como estenografía, consiste en el arte de escribir abreviado, con tanta velocidad como se habla y con la misma claridad que en la escritura común.  
¿Quién de nosotros no tomó, prestada, alguna vez la pluma estilográfica de su padre? Intentando caligrafiar, rápida y originalmente, su nombre y apellido. Asimismo la pluma-fuente fue diseñada y firmada, patentada, con anterioridad a los  ingleses, por Martí, qué desgraciadamente no supo darle la promoción adecuada, pero con la que escribió muchas de sus obras literarias. Toco casi todos los géneros, aunque solo vamos a nombrar, por no extendernos, «nunca debéis  faltar a la sinceridad, como se transmitía  en algunos de los cuadernos amarillos de Rubio», su tragedia en tres actos en verso titulada: El día dos de Mayo de 1808, en Madrid: y muerte heroica de Daoiz y Velarde.
De Paula Martí resulto un testigo de excepción en estos hechos, y por eso quiso retratarlos, en palabras, para que nadie los olvidara.
Por su parte Rubio no tuvo que enfrentarse a tales dramas, pero si afronto su tarea social, promoviendo dentro de su empresa, el aula Rubio Kids y la Fundación Cuadernos Rubio, que hoy en día tienen su sede en las instalaciones del grupo Rubio, en Quart de Poblet, gestionado por sus herederos.  








sábado, 11 de mayo de 2019

LA MANO DEL GEMELO.







TERESITA,  HIJA MIA

—Es la inscripción —le paso una fotografía a Rafa— que esta cincelada sobre la lapida.
En la imagen podía verse una antigua tumba. Probablemente debía datar de finales del siglo XIX. Pero en  su mármol no lucia fecha alguna de nacimiento o defunción de la niña, ni muestra alguno de pena o dolor por parte de sus familiares.
—¡Qué curioso! Nunca vi una mano, de bronce o no, impidiendo la salida de un sepulcro. —Sintió como el bello se le erizaba— No soy supersticioso, pero tampoco voy negar lo obvio. Hay cosas que no tienen explicación. ¿Verdad, Capitán?
—Déjate de misterios, y olvida de una vez el rango. Hace tiempo que desistí de darte ordenes. No somos hombres de disciplina. Ambos abandonamos el ejercito por propia voluntad.
»Bueno, tú más que yo. No entiendo por qué me seguiste a en mi derrumbe. Podrías haber elegido a cualquier otro. Uno que planificara  mejor sus batallas personales.
—El Capitán, me sale sin pensar, Vicente.
»¿Piensas que iba a perderme el momento, en que te dieras cuenta de que tu complejo de cacique colombiano, te venia dado por el excesivo e incontrolado consumo de ron y cocaína?
»Aguantarte era insufrible. Supongo que por eso te abandonó Emi. Agravando con ello tus vicios. Pero yo no soy de rendirme, y mucho menos contigo. Eres el único referente que respeto, a pesar de tus faltas.
»El padre que me tocó en suerte lo llevo enterrado en la memoria más honda. Bien lo sabes. No merece ni mención.
—Emi, no se marcho. Estoy seguro de que la hicieron desaparecer. Ella era mi «dulce» media naranja, y nunca me hubiera amargado a propósito.
»Por eso debemos correr esta loca aventura.
»A pesar de mis lapsus, recuerdo perfectamente que ella me habló de una leyenda, suya, familiar. Supo de ella por un antiguo diario heredado de su abuela. En él su bisabuelo, Gabriel, el indiano, contaba la historia de cómo hizo fortuna, importando tabacos habanos, desde una plantación que había pertenecido durante varias generaciones a la familia Canet.
»En aquella época seguía percibiendo la mayor parte de los beneficios obtenidos de esta, pero la gerencia de la misma había recaído en otra rama más escondida de la familia. Los dos hijos bastardos de su padre, ambos mestizos de piel canela. Gemelos, con tan diferente carácter que parecían no tener nada que ver.
—Si no fuera porque vivimos en el mismo apartamento, diría que esta noche te has vuelto a enganchar a una botella de ron de caña. Bien mirado, sería el licor perfecto para tragar el cuento de los Canet que me quieres embutir  —dijo Rafa escéptico.

Estaba a punto de caer la tarde. El cementerio parecía desierto. Aunque las tumbas guardaran silenciosas a sus inquilinos, una de ellas gritaba un secreto a voces. Tenía algo que esconder. No se agarra, con fuerza, aquello que no se pretende proteger. Y la entrada a la cripta parecía estar, sospechosamente, vigilada por la presencia de aquella misteriosa niña.
—Quieras o no voy a tener que contarte, antes de forzar la cerradura, el  supuesto desenlace del cuento, cómo tú lo llamas. ¡Aunque se trate de hechos reales, ya lo veras, te lo aseguro!
—Vamos, no te pongas nervioso. Solemos arriesgar mucho y obtener poco, y hace tiempo que necesito unas buenas vacaciones.
—Seré breve, no tenemos que tentar tanto a la suerte.
»Uno de los gemelos era malvado, cómo de película, en extremo. Practicaba vudú, y se llegó a creer que tenia tanto poder, que hizo que su sobrina, la hija mayor de su medio hermano, legitimado, enfermará de una extraña dolencia, en la que parecía tirar espuma por la boca y entornar los ojos hasta ponerlos casi en blanco.
 —No me digas, y esa niña se llamaba Teresita. ¡Qué coincidencia! ¡Vamos!
—Teresita Canet García, tía abuela de Emi, y fallecida a los doce años, tras un intento frustrado de sus padres, acompañados del sacerdote de San Francisco, de sacarle de dentro el demonio que la poseía, en las ocasiones que su malvado pariente practicaba los antiguos rituales de procedencia africana. La pobrecilla murió ahogada por su propia sangre, al moderes fuertemente la lengua en una de las intensas convulsiones que padecía, tras las siniestras conjuras pronunciadas al otro lado del Atlántico.
—¿Me estás tomando el pelo? Está claro que sufría ataques de epilepsia. Nada tuvo que ver ninguna maldición con su muerte.
—Yo hubiera pensado igual. Pero encontré el diario del bisabuelo de Emi, y en él, junto a una honda rasgadura en la gruesa encuadernación, había una anotación, hecha con su letra, del mismo día de su marcha. Donde se leían estas palabras: «Estoy segura de que la abuela tenia razón y de que Tobías ayudo a su hermanastro ,enviándole el dinero de la venta de la hacienda, para que este pudiera ganarse los favores eclesiásticos, y así salvar el alma de su hija. Pero algo me dice que los pesos no llagaron a hora, y todo sacrificio fue en vano. El noble gemelo murió a manos de su hermano, del que no se guarda ni nombre. Por lo visto no supo aceptar el estado de pobreza al que lo condenaban arrebatándole su aparente herencia, con falacias».

Oscurecía demasiado rápido. Con la distracción de todo aquel antiguo embrollo en sus mentes, comenzaron la tarea. La mano negra del guardián se partió por la mitad, un solo golpe de maza bastó para ello. También la horquilla reforzada hizo su trabajo con el cierra, gracias a la destreza de Vicente. Abrieron, no sin temor, las portezuelas, y de inmediato observaron un féretro de tamaño medio ocupando, en alto, el centro del habitáculo. En uno de sus lados, se encontraba, apoyada una figura, que sostenía entre sus brazos un cofre, abierto, lleno de monedas antiguas. Era el cuerpo, sin vida, de Emi. A sus pies, caída, brillaba, una llave.