viernes, 10 de agosto de 2018

UNO DE LOS PADRES DE LA PEPA



Hoy es diez de agosto, y calor arrecia. Lo que contribuye a dejar mis pensamientos claros. Me dispongo a rezar mis oraciones, para así agradecerle a Dios, mi señor, que cumplo un año más en mi vida. Estoy muy orgulloso de ser setabense, Xátiva, no es una ciudad cualquiera, lleva impresas en sus calles tantas huellas como culturas han pasado por ella. Este es uno de mis lugares predilectos para la reflexión, cuando puedo escaparme de la capital española. La orden de los Dominicos siempre sobresalió por su tenacidad en el estudio y la difusión del saber, creedme pues, no hay nada mejor que meditar y valorar lo aprendido.
 Más veces de las que recuerdo habré acudido a estos muros conventuales, para madurar mis decisiones, el mundo a veces, no es lo que parece. Yo tuve una fina venda en mis ojos, durante muchos años, solo vivía para Dios y, este me recordó que mi labor era proteger a los hombres de ellos mismos, de los seres que se creen superiores a los demás y los sumen en la necesidad y la ignorancia, para que así no puedan protestar. Mi incursión en el mundo de la política fue mucho más atropellada de lo que hubiera deseado, un hombre piadoso como yo, necesita de la inspiración divina en cada faceta de su vida y, este arte de la disertación y el debate, en ocasiones me resulta excesivo. De todos modos doy gracias, por todo cuanto pudimos conseguir, con cada una de aquellas palabras, párrafos y artículos, tan necesarias para una nueva visión del futuro de nuestro país.  Cádiz siempre quedará en mi memoria, como la ciudad que acogió mi primer cónclave político, el más importante de mi vida, porque con el pretendíamos cambiar a mejor la vida de muchos otros.  Estoy seguro de san José como padre de Jesús nos guió para que proclamáramos nuestra primera construcción en el día de su onomástica. La Pepa y Cádiz, quedaron pues unidos y realzados en nuestra historia.
Esta vez, por desgracia, vengo a despedirme de mi ciudad, la que me vio nacer y que supó darme  las lecciones y el apoyo para ver más allá. Nuestra misión fracasó y ahora debo pagar con el exilió, nunca pensé que tendría que verme en eta situación, yo un hombre de Dios, con méritos y el testimonio a favor de mis obras, muchos más que aquellos llamados nobles y fieles súbditos. Mi pecado es ser mal visto, poco estimado por un rey de España, sí un rey, no mi rey, en absoluto.
Mi firma seguirá fuertemente estampada en nuestra Pepa, luciendo mi nombre Joaquín Lorenzo Villanueva, con el orgullo de ser un buen español. Aunque ahora deba derrotarme y huir hasta las empapadas riberas de la lejana Londres, que me espera, a pesar de que mi corazón queda aquí. Solo me queda el consuelo de mis letras, las que ahogan mis penas junto a la oración.

 

 


LIRABELGEMA

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