Recuerdas con deleite la primera vez;
sentías como la sangre de tu cuerpo bullía. Te fue muy fácil, quizá demasiado.
No te importó pecar. Deseabas perpetuarla
con tus propias manos.
A pesar de que todos la teman,
piensas seguir a su servicio. Ella es la única digna de decidir quien queda y
quien se va. Pero tú estás aquí para ayudarla. Su afilada "lengua" te
sirve de arma a la hora de ofrecerle otras vidas.
Eres un maestro en tu viejo oficio.
Desmiembras, divides, el fruto de tus atroces escarnios en porciones, que tu
poco lucida y avara vecina convierte en alimento para otros desgraciados. Unas pocas
monedas bastan para acallar su conciencia, junto a la de su marido, el enterrador
del cercano cementerio de san Martín, que se encarga de dar sepultura a los
despojos sobrantes.
Pero es cuestión de tiempo que todo se sepa,
tu delito es en demasía sublime, a la vez que grave. Lleva implícita la
búsqueda por parte de huérfanos, viudas y padres de los que ya no están con ellos.
Entonces habrá quien te acuse de trastornado. Aunque tú prefieres que ser
recordado como el barbero "asesino" del Cap i Casal, el amante de
la muerte.
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