lunes, 15 de enero de 2018

EL JARDÍN DE LA CURIOSIDAD





En aquel lugar no estaban las ninfas  Hesperetusta, Egle y Eritia, hijas del titán Atlas, ni tampoco su mejorado sustituto, Ladón el dragón de múltiples cabezas, guardián del manzano, cuyo  frutos eran de oro. El jardín de las Hespérides  que había ante sus ojos no era el de  la diosa griega Hera, pero si le apetecía perderse en él. Una vez más estaba en su hermosa Valencia, la que no dejaba de sorprenderla.
Aquel paseo por los jardines, entre naranjos , limoneros y de más cítricos  se había convertido con los días en una obsesión. La causante de tal era aquella bella capilla o pequeña iglesia que pertenecía al complejo jesuita del centro Arrupe .
En un primer momento comenzó a  investigar sobre el Papa negro, como era conocido Pedro Arrupe, impulsor máximo  de los cambios en pos de la modernidad en la orden fundada por San Ignacio de Loyola,  San Francisco Javier y Pedro Fabra. Su historia la intrigaba, pero se decantó por  seguir su instinto y averiguar más  sobre aquella capilla que estaba rodeada de un halo de misterio, que la tenía capturada .
Llamó por teléfono al centro para asegurarse que podía asistir libremente a la misa de los Domingos, nada mejor que verla de cerca y por dentro para saciar  su curiosidad.
No le importaba asistir a una eucaristía más en su vida, era mucho tiempo sin creer en la Santa Católica y apostólica iglesia  Romana, pero nunca perdió su fe. Sabía de sobre que algo supremo velaba por su integridad .
Entrar a la Iglesia la lleno de aquella sensación de paz y comunidad, que había experimentado tantas veces, lástima de  haberse topado con un párroco tan hipócrita y mezquino en sus tiempos de seglar. Siempre pensó que acabaría tomando los hábitos, pero Dios  le enseño que había más caminos para estar con él, muy duramente.
El interior de la  estancia religiosa  le recordó en  cierto modo  a la famosa  Santa  María in Cosmendin de Roma. El estilo Bizantino es muy peculiar  y hermoso, no muchas capitales occidentales  europeas que puedan presumir de una iglesia de esta tipología.
De pronto vino a su memoria la boca de la verdad y esta le susurro al oído  el nombre  la obra de Matilde Asensi, el último Catón. ¿Cuánto tiempo  habría pasado  escrudiñando los secretos  de Santa María  la excepcional escritora? ¿La habría  visitado  realmente?
Se sintió orgullosa  de estar cumpliendo la regla de oro de un buen  escritor: «Nunca  inventes más de lo necesario», primero hay que documentar, investigar y verificar. La imaginación ya volará a su tiempo.


LIRABELGEMA

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